El Tano nos dijo que no tuvo que pedirle nada: no tuve que pedirle nada. Dice que le contó todo y que enseguida Miranda le ofreció ayuda: diez hombres de confianza y un dinero, para que no tuviéramos dificultades en el camino. Y que después le dio un consejo, que Tano nos repetía, todavía incrédulo, aquella madrugada: a los fantasmas hay que pelearlos de entrada, Tanito, porque sino se afianzan, ¿sabes?, y se acaban instalando y no se van más.
Como si existiese el perdón (pàg. 56 i 55)
Mariana Travacio
las afueras
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