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Margaret River, Austràlia, maig del 2023. Foto: Nil Latrilla Fàbregues

  ¡Desafortunadas las humanidades, celosas del éxito de los nomotéticos...! Ellas también quisieran establecer leyes, descubrir regularidades, recurrir a los símbolos matemáticos... [...].

 Y más tarde, mucho más tarde, llega la literatura, que intenta apresar lo irrepetible, único y volátil con oraciones enunciativas, arrojándolas sobre las personas y las cosas como un vaquero novato arroja su lazo sobre un potro cimarrón. Las oraciones enunciativas son simplonas, están hechas para registrar las constataciones más sencillas: la luna es pálida, el tilo es verde, el río es poco profundo, Ana ha ido a la escuela, la marquesa ha salido de casa. Y con esta herramienta en ristre -¡cuan primitiva si la comparamos con los trebejos de los astronautas o los cirujanos!-, los escritores se lanzan a una gran expedición por la selva de la vida. ¡A fe que es algo patético y ridículo! La literatura hace lo imposible, lo imposible bajo cualquier concepto, y si logra taponar las resquebrajaduras de la realidad es gracias a su pasión por el mundo. Porque se salva solamente por estar perdidamente enamorada del mundo (huelga decir que el suyo es un amor no correspondido: el mundo se la toma a guasa).

Una leve exageración (pàg. 149) 

Adam Zagajewski

Traducció d'Anna Rubió i Jerzy Slawomirski

Acantilado