Cuando hay amor de verdad, amor real, no pasa nada, y tal como en los lagos, está todo quieto: no hay desenlaces ni momentos de clímax ni redenciones. Todo es hermoso y aburrido como un guardia que pasea a medianoche por un supermercado vacío, entre los estantes de detergentes, me dijo Mario, que por esos días estaba muy mal con Sandra. Por lo mismo cuando hay grandes historias de amor, hay matrimonios quebrados, amores imposibles, mal sexo, compañeros de trabajo que quieren rehacer sus vidas en un motel o, incluso, el fantasma de la monotonía que con los años se apodera de todo. Pero en las historias de amor, curiosamente no hay amor.
Leyendo a Vila-Matas, Gonzalo Maier, Ram
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