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diumenge, 13 de desembre del 2020

Emmudir

 

Infermers atenent un malat del virus d'Ebola a Sierra Leone, 23 de novembre del 2014

Los días siguientes fueron calurosos e interminables. El río se volvió turbio y se fue haciendo cada vez más estrecho, y en vez de la maraña de árboles colosales que había asombrado a Florentino Ariza en su primer viaje, había llanuras calcinadas, desechos de selvas enteras devoradas por las calderas de los buques, escombros de pueblos abandonados de Dios, cuyas calles continuaban inundadas aun en las épocas más crueles de la sequía. Por la noche no los despertaban los cantos de sirenas de los manatíes en los playones, sino la tufarada nauseabunda de los muertos que pasaban flotando hacía el mar. Pues ya no había guerras ni pestes pero los cuerpos hinchados seguían pasando. El capitán fue sobrio por una vez: "Tenemos órdenes de decir a los pasajeros que son ahogados accidentales". En lugar de la algarabía de los loros y el escándolo de los micos invisibles que en otro tiempo aumentaban el bochorno del medio día, sólo quedaba el vasto silencio de la tierra arrasada.

El amor en los tiempos del cólera (pàg. 428)
Gabriel García Márquez
Mondadori
Fotògraf: Peter Muller

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